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martes, 30 de agosto de 2011

El Asesinato de las Hermanas Papin

Buenos Aires, barrio de Saavedra, 27 de marzo de 2000, Silvina y Gabriela Vásquez matan a puñaladas a Juan Carlos, su padre.
Francia, ciudad de Le Mans, 2 de febrero de 1933, las criadas Christine y Léa Papin asesinan a sus patronas, la señora Lancelin y su hija Geneviéve.
Aunque han pasado sesenta y siete años de una a otra historia, varios hechos las tornan parecidas. En ambos casos se trata de dos hermanas que ejecutan un crimen y, luego de ires y venires, la psiquiatría termina diagnosticando "folie á deux". Un viejo término psiquiátrico, (4) no habitualmente usado en psicoanálisis y retomado, curiosamente, por el muy moderno y medicamentoso DSM IV. Pareciera que la vigencia nosológica de la "folié á deux" tiene relación con la frecuencia con la que se presenta en la clínica. Pero hay un hecho notable: en general los psicoanalistas no tenemos acceso a pacientes que sufren de esa dolencia. ¿O diagnosticaremos de manera equívoca, creyendo que estamos frente a una vulgar esquizofrenia?

El DSM IV me lo confirma:

Existe muy poca información sistemática disponible sobre la prevalencia del delirio psicótico compartido. Aunque es raro en el marco clínico, se ha señalado que algunos casos pasarían desapercibidos. Hay datos que sugieren que este trastorno es algo más frecuente en las mujeres.



El pasaje al acto de las hermanas Papin

¿Cuál es ese crimen tan grande que le hizo decir a Christine Papin: "Mi crimen es lo bastante grande para que yo diga lo que es."? No hay duda: se trata del abuso sexual incestuoso, esa forma de apoderarse de un hijo para el goce del padre. Paul Eluard lo ha dicho por Viollete y por las hermanas Papin. Por mi parte, yo también puedo decirlo, la clínica me acompaña. Asimismo, el caso de las hermanas Vásquez hace, una vez más, que se vuelva público el crimen del incesto. Pasaje al acto desmentido, ignorado, descreído, consentido o cometido por adultos, siempre responsables - para bien o mal - de los menores.
Hay crímenes que no prescriben con el tiempo. Aunque la ley no lo diga, los artistas saben de ello. De allí que ciertas historias sean narradas y hasta filmadas, una y otra vez, como denuncia que insiste sin darse por vencida. En la 16° edición del Festival de cine, realizada en Mar del Plata en marzo de 2001, una de las películas presentadas, Les Blessures Assassines, (5) recibió - con justicia - dos premios: el Ombú de Plata al mejor director, Jean -Pierre Denis y otro para la mejor actriz, Julie Marie Parmentier, que encarnó a Léa Papin. Así, mientras muchos se espantan ante el asesinato de las Lancelin y de Juan Carlos Vásquez, los cineastas, fotógrafos y escritores transforman lo siniestro y sórdido en belleza, como forma de encauzar causas que se quieren olvidar. De qué otra forma, sino, se vuelve posible escuchar a las víctimas. "Lo que intento hacer oír es una palabra" dice Maud Mannoni. "Los analistas varones siempre se han rebelado ante el carácter intransmisible de ciertas experiencias. Intransmisible dentro del marco conceptual impuesto por ellos; pero transmisible, sin duda, en un mundo en el que encontrase cabida la palabra de los poetas, los indígenas, las mujeres y los locos". (6)
Cuando la palabra se niega a ser escuchada, el pasaje al acto puede decirlo de otra manera. Como motivo desencadenante del crimen aparece un hecho nimio: un corte de la corriente eléctrica había impedido a Christine terminar el planchado. Cuando la Sra. Lancelin regresó con su hija de un paseo, incriminó a Christine. La dama forcejeó con la criada, mientras Genevieve trataba de defender a su madre y Léa a su hermana. La violencia se desencadenó, las hermanas Papin arrancaron los ojos a las Lancelin, destrozaron sus cuerpos con utensilios de cocina y toda la casa quedó inundada en sangre. Luego, cerraron la puerta de entrada con cerrojos y se acurrucaron juntas en la cama, vestidas solamente con sus batas, esperando la llegada de la policía. "Buena la hemos hecho", se dijeron.
El 29 de septiembre de 1933, ante la audiencia de La Sarthe, varias opiniones se enfrentaron. Para la Ley, las hermanas Papin eran monstruos, sangrientas y resentidas mujeres desprovistas de toda humanidad. El abogado de la familia Lancelin alegó responsabilidad e intentó incluso que se admitiera la tesis de premeditación. Frente a él, la abogada defensora, Germaine Briére, se apoyó en el diagnóstico de Benjamín Logre: histero-epilepsia.(7) Su intención era demostrar la locura de las acusadas. Logre había sido llamado por Briére, que necesitaba su opinión para la defensa. El respetable psiquiatra contradijo a los tres expertos que, por el lado de la acusación, sostenían la entera responsabilidad de las Papin. Para Logre, en cambio, las jóvenes tenían varios antecedentes que demostraban su enfermedad mental: antes del crimen "se habían sentido perseguidas y tenían una relación sexual perversa". La homosexualidad, complicada con sadismo, se puso en evidencia, porque, "mientras tajeaban con ferocidad a sus víctimas, levantaban sus faldas". La opinión de Logre tuvo poco peso, en tanto él ni siquiera tuvo, al principio del proceso, el derecho de examinar a las dos hermanas. Dicen que "hablaba de oídas". Los tres expertos, en cambio, fueron comisionados por la Ley e interrogaron largamente a las Papin. Uno de esos médicos alienistas era el Dr. Truelle, jefe de clínica en el asilo de Sainte-Anne, comisionado en esos momentos también para examinar a Violette Noziéres. (¿Casualidad o revictimización deliberada?).
Para muchos, Christine y Léa eran consideradas víctimas expiatorias de una despiadada sociedad burguesa. Paul Éluard, tal como hizo con Violette Noziéres, las celebró como heroínas, invocando Los Cantos de Maldoror, mientras Sartre denunciaba la hipocresía social y Jean Genet les dedicaba Las criadas. Simone de Beauvoir decía: "Sólo la violencia del crimen cometido nos da una medida del crimen invisible, en el que, como se comprenderá, los verdaderos asesinos 'señalados' son los amos." También Man Ray se ocupó de ellas. Motivos del crimen paranoico: el crimen de las hermanas Papin de Jacques Lacan, fue publicado en diciembre de 1933, en el número 3 de la revista surrealista Le Minotaure (8). El entonces psiquiatra, que nunca entrevistó a las Papin, se siente llamado a escribir debido a que el "caso" gira del registro penal al campo psiquiátrico. Lacan observa que, mientras se hacían notar, durante el juicio, ciertas rarezas de las jóvenes - un cariño singular las unía, mostrándose inmunes a cualquier otro interés, pasando sus días de descanso encerradas en la habitación- se omitía el dato de un padre alcohólico y brutal, que había violado a una de sus hijas (9).
Con los surrealistas y desde una revista surrealista, Lacan tomó partido por el peritaje psiquiátrico. No estaban solos en esto, los acompañaban la abogada defensora Germaine Briére, algunos periodistas (como los hermanos Jeróme y Jean Thauraud) y el ya citado Benjamín Logre. Sin dejar de rendirle homenaje a la valentía de Logre, Lacan empezó desistiendo del diagnóstico de histerio-epilepsia. Es que, como señala Roudinesco, allí había un crimen que se integraba perfectamente en el marco teórico que había planteado Lacan en 1932: la homosexualidad femenina, el delirio entre dos, el gesto asesino sin motivo aparente, la tensión social, la paranoia y el auto castigo. El delirio había surgido, según Lacan, al azar y por un incidente que parecía banal: un corte de corriente eléctrica que había impedido el planchado. La furia, (10) entonces, se desató. Lacan propone que ese "apagón" significaba el silencio que se había instaurado, desde hacía mucho, entre amas y criadas. No "se pasaba la corriente", en tanto no se hablaba. Pero el verdadero móvil del crimen no era el odio de clase, sino la estructura paranoica a través de la cual el asesino hiere al ideal del amo que lleva en sí.
El "mal de ser dos" que afecta a estos enfermos no los libera sino apenas del mal de Narciso, sostiene Lacan.

Pasión mortal y que acaba por darse muerte. Aimée (11) agrede al ser brillante a quien odia justamente porque representa el ideal que ella tiene de sí misma. Esta necesidad de auto castigo, este enorme sentimiento de culpabilidad se lee también en las acciones de las hermanas Papin, aunque solo sea en el arrodillamiento de Christine al escuchar su sentencia. Pero es como si las hermanas no hubieran podido siquiera tomar, respecto la una de la otra, la distancia que habría sido necesaria para hacerse daño. Verdaderas almas siamesas, forman un mundo cerrado para siempre; cuando se leen las declaraciones que hicieron después del crimen, dice el doctor Logre, "uno cree estar leyendo doble". Sin más medios que los de su islote, tienen que resolver su enigma, el enigma humano del sexo (12).

Sentimiento de culpa inducido. Enloquecimiento.
Ver: Cuando, durante el interrogatorio policial, le preguntaron a Christine por qué había desnudado a la señorita Lancelin, ella respondió hoscamente: "Buscaba algo cuya posesión me habría hecho más fuerte", A pesar de sus declaraciones, el "experto" psiquiatra del juzgado, la trató de simuladora y la mandó de nuevo al banquillo de los acusados. Fue entonces cuando apareció Logre.
Chaleco de fuerza, electroshock.



Lot y sus hijas

En Lecciones psicoanalíticas sobre hermanos y hermanas - un texto de 1998 - el psicoanalista francés Paul-Laurent Assoun (13) retoma el caso de las hermanas Papin, comparando esta unión fraterna con la de las hijas de Lot (14) El texto bíblico es sobre La corrupción de Sodoma. Los únicos elegidos por Yahvé para salvarse de la lluvia de azufre y fuego que, a modo de castigo, hará caer sobre Sodoma, son Lot, su mujer y sus hijas. A través de sus dos ángeles emisarios, Dios le había dicho a Lot que huyera de Sodoma llevándoselas a ellas: "¡Vamos! Saca a tu mujer y a tus dos hijas (15) para que no seas aniquilado cuando la ciudad reciba su castigo(...) Huye si quieres salvar tu vida. No mires hacia atrás, ni te detengas en ningún lugar de la ciudad. Escapa a las montañas para no ser aniquilado". La mujer de Lot, al desobedecer la orden divina de no mirar hacia atrás, queda petrificada, convertida en estatua de sal. Lot se instala con sus dos hijas en una caverna, ellos eran los únicos sobrevivientes de Sodoma y Gomorra. Entonces, la mayor le dice a su hermana: " 'Nuestro padre está viejo y no hay ningún otro varón en el país para que se una con nosotras como lo hace todo el mundo. Emborrachémoslo con vino y acostémonos con él, así, por medio de nuestro padre tendremos descendencia'. Esa noche dieron de beber a su padre, y la mayor se acostó con él, sin que Lot se diera cuenta". A la noche siguiente, fue la menor la que copuló con el padre, utilizando la misma estrategia. Y ambas quedaron encintas.
Es de hacer notar que no hay en las Sagradas Escrituras ninguna sanción por este acto que hoy consideramos incestuoso. Todo lo contrario, a través de él queda asegurada la pureza de una raza. (16) En el capítulo 19 también se dice que, al llegar a Sodoma, los dos ángeles enviados por Dios fueron invitados por Lot a alimentarse y pernoctar en su hogar. Ellos aceptaron pero, cuando estaban por retirarse a dormir, los hombres de la ciudad, los varones de Sodoma, desde los más jóvenes hasta los más viejos, se agolparon alrededor de la casa:

Entonces, llamaron a Lot y le dijeron: "¿Dónde están esos forasteros que vinieron a tu casa esta noche? Tráelos afuera para que tengamos relaciones con ellos". Lot se presentó ante esos hombres y, cerrando tras de sí la puerta de su casa, les dijo: "Amigos, les suplico que no cometan esa maldad. Son mis invitados y no puedo permitir que abuséis de ellos. Yo tengo dos hijas que todavía no han conocido varón. Se las traeré y ustedes podrán hacer con ellas lo que mejor les parezca."(17)

Pero los hombres no estaban interesados en las jóvenes, querían "sodomizar" (18) a los extranjeros. Ante la negativa de Lot de entregarlos, quisieron forzar la puerta. Los ángeles lo impidieron, hiriéndoles los ojos con una luz enceguecedora.
En su texto sobre las hijas de Lot, Assoun propone que "el padre es puesto a dormir", en tanto yo enfatizo, desde la clínica, que, en realidad, el padre "se hace el dormido". (19) El dios patriarcal hace alianza con Lot. Con su "no mires hacia atrás", Yahvé tienta de curiosidad a la mujer de Lot, al igual que ya lo hiciera con Eva. Sabemos que el "no" se borra porque, al no existir en el inconsciente, lo que aparece como verdad es el "si" de la tentación o del mandato: "Mira hacia atrás", estaría ordenando-invitando Dios. Y ella obedece, dejando a sus hijas en manos del dueño, Lot. El derecho de pernada será ejercido una vez más. Del mismo modo, cuando Lot quiere ceder la virginidad de sus hijas a los varones de Sodoma, actúa como el amo que dispone, de manera antojadiza, de sus hijas - siervas. Es de hacer notar, además, que Lot tenía dos futuros yernos que pretendían a sus hijas. A ellos también se les advierte que Sodoma y Gomorra serán destruidas, mas como creen que se trata de una burla de Lot, deciden quedarse. De allí que sea Lot el único varón que puede unirse con sus hijas.
Mientras Assoun en algún momento insiste en que, tanto en el caso de las Papin como en el de las hijas de Lot, se hace evidente la ausencia materna, yo remarco que además de esa ausencia hay una existencia: la del abuso sexual incestuoso llevado a cabo por iniciativa de un padre. En ambas situaciones se presenta un cuadro demasiado común, mientras el padre abusa de las hijas, la madre mira para otro lado - es decir, desmiente. El profesional que interpreta o trabaja directamente en el caso, también reniega la realidad cuando obvia llamar a las cosas por su nombre y poner sobre el tapete todos los factores que estuvieron en juego. De una u otra manera, todos se vuelven cómplices. Indirectamente también Assoun, cuando no conecta el pasaje al acto de las Papin con el otro pasaje al acto: el perpetrado por el padre.



El Diablo habita en Saavedra

La noticia ocupó, durante algunos días, la sección policial de los diarios argentinos: dos hermanas, Silvina (21 años) y Gabriela (29 años), el lunes 27 de marzo de 2000, mataron a su padre, Juan Carlos Vásquez, dándole más de cien puñaladas(20). El diario Clarín subtitula: "Tragedia en Saavedra: Un asesinato vinculado al Satanismo". Mientras que, en su edición del 3 de abril, La Nación nos recuerda: "El diablo vive en Saavedra. Lo dijo Leopoldo Marechal en su novela Adán Buenosayres y hay quienes así lo creen ahora. El asesinato de Juan Carlos Vásquez a manos de sus hijas, con más de un centenar de puñaladas, es el motivo que resucita esa creencia".
En variadas ocasiones los Vásquez habían comentado con sus vecinos que escuchaban ruidos en su casa y que provenían de algo maligno que habitaba con ellos, que en esa casa había espíritus. Los vecinos le restaron importancia a esos comentarios. Pero durante el fin de semana previo al crimen, se escucharon rezos y cánticos. Por la mañana del lunes 27 de marzo, los padrenuestros empezaron a elevar su tono. El dueño de la casa alquilada por los Vázquez decidió, entonces, llamar a la policía. Es que los rezos caían sobre los oídos del vecindario como "molestas goteras." Cuando llegó la policía, el departamento de Manuela Pedraza 5873 tenía las persianas bajas. Escucharon gritos y voces roncas y, como nadie les abría, tuvieron que romper los vidrios de la puerta. "Faltaba luz y el ambiente estaba cargado por el aroma de las velas que ardían desde hacía horas." Allí estaban: el hombre y las dos jóvenes, los tres desnudos. Silvina, mientras todavía acuchillaba al padre, gritaba: "Esto no es real. Mamita, mamita, ahora papito va a volver bueno." Los policías quedaron anonadados, había sangre por todos lados, mientras Vásquez caía al piso, desangrado, con un profundo corte en el cuello.
Gabriela había sufrido heridas en el rostro. Silvina, en la mano izquierda y el muslo derecho. Como medida de urgencia, ambas fueron internadas en calidad de detenidas en el Hospital Pirovano, en donde la noche del lunes los peritos intentaban determinar si estaban o no en condiciones de declarar.

Internadas

Las hermanas Vásquez fueron evaluadas como presas de extrema peligrosidad. Podían atentar no sólo contra la vida de los que las rodeaban sino que entre ellas mismas corría una furia incontenible ( Silvina intentaba acuchillar a Gabriela para sacarle "el diablo de adentro.")
El martes fueron internadas en dos celdas aisladas de la U27, dependiente del Servicio Penitenciario Federal en el Hospital Psiquiátrico Braulio Moyano. Pese a que la U27 está reservada a mujeres, la custodia de las hermanas Vásquez era, en los primeros momentos, masculina.
Muy pronto la Justicia y la prensa argentinas asociaron el crimen con el hecho de que Silvina Vásquez frecuentaba un centro de esoterismo llamado Transmutar. La primera hipótesis de la policía fue que el asesinato pudiera haber sido inducido por el dueño de ese centro. El sábado 1º de abril, luego de entrevistar al juez a cargo de la causa, una cronista del Clarín informaba que, de comprobarse que las hermanas estaban psicóticas y que el crimen no había sido inducido, según el Código Penal, el caso quedaría rápidamente cerrado.

Con el diablo en el cuerpo

A los cuatro días de ese homicidio calificado de ritual, los periodistas Alejandra Dandan y Horacio Cecchi, de Página 12, relatan que las dos hermanas Vásquez seguían encerradas "en su propio mundo de satanismo y purificación". Pese a que el parte oficial señala que ambas estaban "lúcidas y clínicamente estables" Silvina, en repetidas ocasiones, impostando la voz como si fuera la de un hombre, repetía: "Soy el Purificador, soy el Purificador. Papito, ahora estás bien". Por su parte, Gabriela tenía frecuentes alucinaciones. Decía ver a Satanás y escuchar ruidos producidos por él. Silvina la acusa de mantener al diablo en el cuerpo: "el muñeco saltó a tu cuerpo". Durante la noche del jueves 30 de marzo, Silvina despertó repitiendo "Sergio, Sergio" nombre que alude a Etcheverry, director de Transmutar. Allí, Silvina figura inscripta en el curso "Gran Operador de Alquimia Fase 2". Además, ella y Gabriela aparecen registradas como alumnas de "Cómo Conocer a su Ángel de la Guarda". El dato es uno de los que permiten a la fiscalía sospechar vinculaciones de Etcheverry con el caso. Pero no es el único dato: el triángulo encerrado dentro de un círculo grabado con el cuchillo sobre el abdomen del padre es, según la pericia, igual al símbolo de Transmutar (21).
El fiscal de instrucción, José María Campagnoli, solicitó el procesamiento del caso. De todos modos, formalmente la causa no continuaría avanzando hasta que las dos hermanas Vásquez fueran evaluadas por una junta de especialistas encargada de dictaminar, según el perfil psicológico, si son o no imputables. De todos modos, los investigadores ya encontraban a Silvina como la más activa en el crimen de su padre. Los policías la vieron acuchillándolo e intentando atacar a su hermana
Por su parte, en la nota que Página 12 publica el 29 de marzo, el periodista testimonia que los investigadores estaban trabajando "sobre la hipótesis de que, más que delirio místico, haya existido algún tipo de inducción. Como quien dice, una manito de Satán". Sin embargo, Alejandro Frigerio, investigador del Conicet afirma que, en general, los grupos satánicos no existen. Son muy raros y pocos. "Está sobreexagerada la presencia de estos supuestos grupos". Su colega Pablo Semán expresa que el así llamado "problema de las sectas" corre por la cuenta de los que inventaron ese nombre. "Secta no es un vocablo inocente. Cualquier cosa religiosa fuera de lo tradicional siempre es vista críticamente". En cuanto a los móviles del crimen, Frigerio sostiene que matar a la gente para sacarle el demonio es típico de las películas de Hollywood. No de un grupo religioso. "Un grupo religioso, por lo general, aunque crea en Satán y que haya que exorcizarlo, tiene rituales que nunca involucran matar. Cuando alguien quiere hacerlo, ya es más una cuestión de idiosincrasia y de personalidad que de creencias". Semán concluye: "Es más importante la estructura psicológica de las chicas o de la familia que la del grupo. El grupo cataliza algo. Pero la presión grupal nunca puede ser tanta. Así como es difícil cambiar algo que uno cree, es difícil instaurar algo que va muy en contra de lo que uno podría ser". En este caso, "hay algo muy importante del lado psíquico de las chicas. No negaría de ninguna manera la eficacia del grupo, pero no me parece que la causa del crimen sea ni la trayectoria social de las chicas, ni sus creencias religiosas". Frigerio y Semán parecen saber del psiquismo de las chicas Vásquez más que algunos psicólogos y psicoanalistas que opinaron sobre el caso.



El delirio habla

Freud comparaba el trabajo del psicoanalista con el del arqueólogo. El arqueólogo encuentra restos; por ejemplo, pequeños pedazos de algo que, por su contextura y forma, pudo haber sido una vasija. Es como armar un rompecabezas, sólo que, en el caso de las piezas arqueológicas, son muchas las partes faltantes. La estructura que va tomando esa incompleta vasija lleva al arqueólogo a suponer, no sin cierto grado de incertidumbre, como podría haber sido la pieza completa. De manera similar, el psicoanalista obtiene, del relato de su paciente, recuerdos, sueños, delirios. O ante sus ojos se ponen en evidencia síntomas. Son las pistas que llevan a suponer cómo puede ser la vida de ese sufriente ser humano que se presenta en el consultorio. Alguien que lleva a cuestas una historia que nunca pudo ser del todo escrita, narrada, recordada. El psicoanalista, entonces, fabrica sus construcciones, busca los sentidos que subyacen detrás de los síntomas, de los sueños, de los delirios. Un delirio es como una pesadilla de la cual es difícil despertar, y también es siempre un relato de algo que pasó y que lastimó al alma. Pero así como todo delirio es un discurso también es una denuncia. Solamente hay que estar dispuesto a creer que quien delira dice su verdad como puede, y animarse a descifrarla. Tal desciframiento se vuelve imposible cuando el profesional que atiende a una persona que delira considera que la psicosis tiene un origen genético. Según el psicoanálisis, la psicosis consiste en una enfermedad mental sin compromiso orgánico. A través del brote se rompe el vínculo con la realidad exterior y se crea, con alucinaciones y delirios, otra nueva realidad. Esta enfermedad del alma es producto, entre otras cosas, de la desmentida, es decir aquella defensa psíquica por medio de la cual se niega la percepción de la realidad y su significado. Realidad y significados que tuvieron que ser, forzosamente, siniestros. El único camino que encuentra ese yo desesperado, es huir hacia la locura.
Escuchemos a Silvina, cuando pocos días después del crimen, pedía que "se investigue el caso como corresponde para salvar a otras familias". Ella nos señala claramente el camino. Miremos hacia esas otras familias en las que suceden cotidianamente abusos y maltratos (22).
Silvina también declaró que había visto cómo un muñeco entraba y salía del cuerpo de su padre y quería penetrar en el de su hermana, asegurando que era el demonio. Silvina lo denuncia todo el tiempo y claramente: "Esto no es real. Mamita, mamita, ahora papito va a volver bueno". Suponiendo que Vásquez haya abusado sexualmente de Gabriela, Silvina no podía aceptar a su padre como el responsable de tal acto: todo era culpa del Diablo, que se había posesionado de él y que se había metido en el cuerpo de su hermana. Con su delirio, la joven podría estar hablando de un diabólico padre que cometía abuso incestuoso contra Gabriela y, tal vez, también contra ella misma.
Aunque la psicosis produce un sufrimiento indecible, en los casos que el trauma psíquico es muy grande y/o cuando una persona, por su fragilidad psíquica, no tiene capacidad suficiente para elaborarlo, opta por romper el vínculo con la realidad a enfrentarla.
Quienes trabajamos con sobrevivientes de abusos sexuales sabemos que esos abusos suelen iniciarse en la infancia. No es difícil, entonces, elaborar la hipótesis de que Vásquez abusaba de Gabriela ( y tal vez hasta de Silvina) desde pequeña y que, como es frecuente, la madre veía con el rabillo de un ojo lo que con el otro negaba. Entonces, de ser así, Silvina no haría más que desmentir la realidad de una madre cómplice. Ella peleaba con Gabriela, la acusaba de ser la responsable de la muerte de Aurora Gamarra. No cuestionaba a su madre.

Desmentida y sugestión

En la causa, uno de los policías relató que aquel lunes trágico, luego que sus compañeros y él ingresaron en la casa "endiablada", le había sucedido algo extraño: al intentar ponerle las esposas a Silvina, salió despedido unos tres metros. "La menor no nos dejaba pasar, amenazaba con un cuchillo. Pero yo no la escuché hablar a ella: escuché a un hombre. Todo el tiempo decía ‘Satanás’ y ‘el diablo’, decía que era el Purificador". El policía, hace notar un cronista, no habla en potencial sino que afirma que el sonido de una voz ronca emana de Silvina: "no era una voz grave de mujer, era un hombre. Yo escuché a un hombre". Pero el único hombre de la habitación estaba ya muerto, tirado en el suelo. Entonces, ¿quien hablaba por boca de Silvina? ¿El Diablo?. El trastorno no terminó allí para el policía. Más cosas extrañas le siguieron pasando. Relata que cuando, en sus investigaciones, intentaron entrar a la página web del Centro Alquímico de Buenos Aires Transmutar, no podían hacerlo. Habla de un embrujo: "Eran tres páginas y tardamos tres horas y media en copiarlas. Primero no entrábamos, después no podíamos copiar el disquete. Después intentamos en otra máquina, lo copiábamos y no podíamos abrirlo". El derrotero se extendió hacia nuevas computadoras y más discos de copiado. Finalmente consiguieron tomar los datos e insertarlos como prueba. Evidentemente, la policía estuvo presa de la sugestión. Satán andaría haciendo de las suyas. En este caso, la sugestión es un refugio que no permite la probabilidad de un padre incestuoso. Como si fuera inconcebible pensar que no el diablo sino un vulgar padre de familia, como Juan Carlos Vásquez, pudiera ser capaz de abusar de sus hijas. Entonces, como en la Edad Media, se demoniza a una mujer y se ignora al verdadero culpable (23).
Margarita Fernández, madre de una de las mejores amigas de Gabriela Vásquez, parece tenerlo todo más claro cuando dice: "Silvina le gritaba a Gabriela: 'Por tu culpa se murió mamá. Vos la mataste'. La insultaba, le pegaba y la rasguñaba. Después Gabriela aparecía en mi casa, cuando venía a visitar a mi hija. Yo creo que tiene que ver con que Gabriela dormía con el padre".
La versión sobre esta relación incestuosa circula con fuerza, señala el periodista Rolando Barbano en el Diario Clarín del 31 de marzo. Pero, a pesar de las declaraciones de estos testigos y de la sórdida escena que los policías describieron, en todas las notas que el Diario La Nación, el Clarín y Página 12 publicaron sobre el tema, la palabra incesto o el término relación incestuosa, aparece una sola vez en el Clarín, dos en Página 12 y también dos en La Nación. Este último diario informa que el juez Campagnoli, a cargo del caso, afirmó que no estaba claro aún si había una relación entre el asesinato y el incesto. "No lo descarto", dijo. En el pene de Vásquez había restos de semen.
La desmentida llega de todos lados. Un hermano de Vásquez declaró en la causa afirmando que desconocía que hubiera.

Ley del Padre y prohibición del incesto

Así como las hermanas Papin remontaron a Assoun hasta Sodoma y Gomorra, Silvina y Gabriela nos conducen al texto bíblico. Cuando los policías entran a la casa de los Vásquez, encuentran una Biblia ensangrentada, con los salmos 119 a 122 subrayados, y un cuadernillo de apuntes de Transmutar, en el que se explica cómo hacer una "novena de purificación". Interpelando al salmo 119, "Elogio de la ley del Señor", vemos que se distingue de todos los demás. Es muy extenso y monótono, en tanto repite incansablemente las mismas ideas y palabras. En esa insistencia se recurre una y otra vez a la Ley del Señor, Ley que es tanto fuente de consuelo y salvación para quienes la cumplen, como de repudio para quienes la infringen. El salmo 120, muy breve, se denomina "Súplica de aquel que sufre la traición y la mentira" y refleja la situación de los humildes y desposeídos "que viven en una sociedad dominada por la agresividad y la mentira". Silvina y Gabriela, una vez más, nos cuentan su historia, nos señalan el horror.
Sabemos que, desde el punto de vista psicoanalítico, la sociedad humana se funda sobre una ley: la prohibición del incesto. Ley que, si se ha instaurado, es porque se la transgrede. Las jóvenes Vásquez tenían que acudir a la Ley Divina solicitando que el Señor cuidara de ellas: su humano padre, al transgredir la Ley, de padre tenia sólo el nombre. Y la madre, Aurora Gamarra, las había abandonado hacía ya mucho tiempo. Primero, con su enfermedad y segundo, con el maltrato que ejercía hacia Gabriela. Un maltrato que tenía como excusas la drogadicción y promiscuidad sexual de su hija mayor. ¿Qué hizo Aurora ante el abuso sexual de Juan Carlos hacia su hija? Aurora desmentía la trasgresión de la ley. También ella, como madre, tenía sólo el nombre. Además, acusaba a Gabriela de promiscua y la echaba de la casa. Una madre y un padre que no obran como tales, no existen ni aunque estén vivos. O, peor aun, enloquecen a sus hijos. Es factible que, para esta madre, la responsabilidad del incesto recayera sobre Gabriela, su hija mayor. Silvina, por su parte, se identificaba con Aurora, considerando a Gabriela la culpable de su muerte. Mientras que, en su delirio, no era su amado padre el autor de esta tragedia sino el mismísimo diablo.



La mirada de la madre

Los vecinos de Lomas del Mirador, en donde habitaron los Vásquez desde 1971 hasta la muerte de Aurora, declaran que ella tenía 15 años cuando nació Gabriela. Enfermó de diabetes siendo muy joven. Primero tuvieron que cortarle una pierna, fue empeorando y murió en 1995. Tenia solamente 38 años, mientras que Silvina tenía 16 y Gabriela 24. En vida de Aurora ya existían problemas de familia, dicen. Gabriela "andaba en la droga". Juan Przepiora (84 años) declara ante un cronista: "La mayor era una bandolera. Aurora venía trabajando muy bien, pero cuando ella murió todo se vino abajo. Las chicas estaban muy pegadas al padre. Yo creo que había algún tipo de relación. Creo que el papá dormía con ellas". Para algunos -vecinos y periodistas- la muerte de Aurora es tal vez el elemento desencadenante de la historia.
Los investigadores consideraron como muy posible que se haya dado una relación incestuosa entre Juan Carlos y Gabriela, su hija mayor: "fue como si Silvina, la hermana menor, no hubiera resistido más y haya dicho basta con este acto". Por otra parte, cuando recorrieron la casa, comprobaron que todos los espejos estaban rotos. No había en donde mirarse. Recordemos, junto con Winnicott, que el rostro de la madre es un precursor del espejo y que su mirada es esencial para el proceso de subjetivación. Una señal que suele anticipar la entrada en la psicosis es el "signo del espejo": el yo que se está quebrando necesita ir, una y otra vez, a mirarse en el espejo, en un último intento desesperado de conectarse consigo mismo y con la realidad. En la casa de los Vásquez tal vez nunca hubo para Silvina y Gabriela un espejo en donde mirarse ni por quienes ser vistas. Los espejos fueron destruidos, no tenían razón de ser.
Rubén, el dueño del negocio en donde trabajó Vásquez durante 16 años, hizo un comentario curioso: "Cuando llegué a la casa de Juan Carlos, me hicieron pasar a reconocer el cuerpo. No le sacaron los ojos, no hubo nada de eso". Aunque las hermanas Vásquez no actuaron en este sentido igual como las Papin, hicieron algo similar: en lugar de arrancar esos ojos que nunca las reconocieron, rompieron los espejos que nunca las miraron.



Caso cerrado

El 26 de julio, Clarín nos comunica que un juez dictaminó que las hermanas Vásquez son inimputables. "Las chicas que mataron a su padre no irán presas". En su crónica, la periodista Virginia Messi informa que el juez Julio Corvalán de la Molina, a cargo del caso, resolvió considerar a Silvina y Gabriela Vásquez inimputables. "Las sobreseyó y le dio intervención a la justicia civil para que las declare insanas y cuide de sus bienes. La causa, sin embargo, no quedará cerrada: se seguirá investigando si hubo un instigador. La decisión del juez sería avalada por el fiscal y la defensora oficial del caso". Esto implica que las hermanas Vásquez no fueron acusadas por el crimen de su padre. No irán a juicio pero tampoco quedan en libertad, debido al "concluyente y unánime diagnóstico de los médicos psiquiatras": las consideran peligrosas para sí y para terceros. Silvina, de 21 años y Gabriela, de 29, deberán seguir viviendo por mucho años o tal vez para siempre, en la unidad psiquiátrica que el Servicio Penitenciario Federal tiene en el Hospital Braulio Moyano o en alguna otra institución psiquiátrica. Los psiquiatras y psicólogos que hablaron con las hermanas Vásquez durante semanas, determinaron que Silvina es esquizofrénica. Lo reveló su falta de contacto con la realidad, sus delirios y alucinaciones. Gabriela, por su parte, muestra, según opinión de estos especialistas, rasgos parecidos a los de Silvina, pero de menor intensidad. Por eso creen que tiene más posibilidades de recuperarse. A partir del sobreseimiento, el control de las hermanas quedará a cargo de un juez de Ejecución Penal. Aproximadamente cada tres meses éste deberá convocar a los profesionales del cuerpo médico forense para que examine a Gabriela y Silvina. Sólo si el cuadro mejora y no fueran consideradas peligrosas, podrían recuperar la libertad (24). Por otro lado, un juez civil iniciará un expediente para declararlas insanas. El paso siguiente será nombrar un "curador" particular o de oficio para que las represente y administre sus bienes. Aunque a diferencia de Léa y Christine Papin, el caso Vásquez enseguida tomó el camino del peritaje psiquiátrico, considerándolas en consecuencia inimputables, la revictimización de la víctima lo mismo se produjo.
El caso se cerró nomás. Parece que ninguno de los psiquiatras entrevistados le dio a la prensa una explicación acerca de lo que es la psicosis y qué significado específico tendría en el "caso" de las hermanas Vásquez esa terrible y dolorosa enfermedad mental. Además, aunque la crónica no desmintió la existencia del incesto, parece haber provocado más horror el crimen y todos los rituales satánicos que lo rodearon que la realidad de ese pasaje al acto cometido por Vásquez.
Tanto el periodismo, como la ley, dieron el caso por cerrado. Es probable que nadie haya hablado de la responsabilidad del padre. ¿Es que acaso puede acusarse a un muerto? Un padre que, por otra parte, no existió nunca, en tanto no cumplía con su función. La noticia quedó en la crónica policial. No hubo lugar para la reflexión ni para continuar, a partir de la tragedia en Saavedra, con el tema de la frecuencia con que las criaturas sufren abusos sexuales, la mayoría de las veces incestuosos y de las graves consecuencias físicas y psíquicas que el abuso provoca en sus víctimas. Gabriela y Silvina son claros ejemplos. Pero el caso está cerrado, como si el horror de cada día no continuara en las puertas cerradas de tantos hogares compuestos por familias "normales". Como si no llegaran, a los servicios de pediatría de los hospitales, criaturas lastimadas en sus cuerpos y en sus almas. Pero el caso está cerrado. Las jóvenes Vásquez han perdido el futuro. Como el hospital Moyano es, salvo honrosas excepciones, un depósito de locas, difícilmente las internadas puedan salir de allí. También es posible que ocurra el milagro de que sean atendidas de manera idónea, o de que, tal vez, Silvina y Gabriela no deseen regresar nunca a esa realidad siniestra con la que rompieron y prefieran seguir refugiadas en la psicosis. Sin Ley paterna que las protegiera, sin Ley penal que haga justicia, sin atención psiquiátrica que llame las cosas por su nombre, podrían preferir el refugio de la psicosis.
El "caso" está cerrado. Algún día otras hijas - como Silvina, como Gabriela, como Violette - matarán a un padre para librarlo del Diablo que lleva adentro. Un Diablo que, digámoslo con todas las palabras, simplemente se llama incesto.



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Síntesis

Este ensayo revisa, a partir del crimen de Juan Carlos Vásquez en manos de sus hijas, un caso similar ocurrido en Francia en el año 1933, cuando las hermanas Cristhine y Léa Papin asesinan a sus empleadoras, las Lancelin. Ambas situaciones conducen al texto bíblico y a la postura que la psiquiatría y la Ley toman ante el maltrato y el abuso sexual hacia menores. Casos similares se dan en la clínica aunque no siempre llegan al límite del asesinato. Entre 1933 y el año 2000 no parece haber demasiada diferencia: la víctima sigue siendo victimizada. La sociedad y La Ley que la representa, continúan sin hacer justicia, no brindando amparo a los menores. La psiquiatría actual no se diferencia tampoco tanto de aquella de principios del siglo pasado, que recurría a la camisa de fuerza y al elecroshock. para no escuchar el dolor de los que tienen herida el alma. La autora llama a la reflexión a los psicoanalistas, que también suelen desmentir la realidad del abuso y el maltrato de menores.



jacques lacan reinventar el psicoanalisis PARTE 2

El Inconsciente Existe: Lacan

Un conjunto de Fuerzas Internas que nos llevan a Ser a Pensar y a Actuar de Cierta manera
Para Freud es ese conjunto de Pulsiones
Para Lacan que no se entiende bien
Es la pintura de Picaso de la modernidad
Dice que El Inconsciente tiene una Estructura del Lenguaje
Es como si fuera Freud pero desmesurado
Lee a Nietche y a Spinoza
No comprende al padre
Le destina al comercio de la mostaza
Y quiere analizar la locura
La Paranoia
Se pregunta por la locura
Y fue el tema de su tesis doctoral
Es la busqueda de su verdad
O busqueda de conocimiento