Rutinas Positivas

Un buen día para todos

Amplia la Consciencia de tu Comportamiento rutinario.

Ya veras como te va dando felicidad

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domingo, 11 de septiembre de 2016

Reprograma tu Subconsciente

Relajate
Ves despacio
Paso a paso
amplia tu consciente
Positivo
Crea Valores
Metas concretas
 • Establecimiento y consecución de objetivos
 • Desarrollo de la autoestima y de la confianza en uno mismo 
• Superación de las preocupaciones y del estrés
 • Potenciación de los poderes creativos
 • Eliminación de los malos hábitos
 • Cómo convertirte en un líder
 • Cómo convivir con personas difíciles
 • Aprovechamiento del tiempo 
• Hacer valorar tus ideas…
 Con docenas de ejemplos reales de personas que han dado un giro beneficioso a su carrera, el presente libro demuestra cómo unos simples cambios, susceptibles de ponerse en práctica al instante, pueden ayudarte a lograr las metas que te has marcado. Cualquier cosa que tu mente consciente asuma y crea que es verdadera, tu mente subconsciente la aceptará y la llevará a cabo. Cree en la buena fortuna, en la guía divina, en la acción correcta y en todas las bendiciones de la vida. Eres el regidor de tu alma (de tu mente subconsciente) y el responsable de tu destino. Tenlo siempre presente: tienes la capacidad de elegir. ¡Escoge la salud! ¡Escoge la felicidad! Todo lo que logramos y todo lo que dejamos de lograr es un resultado directo de nuestros propios pensamientos. Solo a nosotros nos pertenecen nuestras fortalezas y debilidades, nuestras purezas e impurezas. Somos nosotros los únicos que podemos cambiarlas; nunca otra persona. Nuestra felicidad y nuestro sufrimiento se desarrollan en nuestro interior. Tal como pensamos, así somos; como continuemos pensando, así permaneceremos. Dentro de nosotros se encuentra el poder que nos permite cambiar creencias negativas en positivas y, por añadidura, cambiar nuestra vida por otra mejor. Pon a trabajar el poder de tu mente subconsciente te ayudará, sin duda, a conseguirlo.
Lo creamos o no lo creamos, no gobernamos nuestra vida.
Si aún eres de los que crees que tu gobiernas tu vida, aterriza y despierta, porque apañd@ vas.
Eso es lo que te hace creer tu ego y lo que te permite creer tu inconsciente.
Desde la cabeza y desde el ego, creemos tener control sobre los acontecimientos que se desencadenan nuestra realidad cotidiana. Por ejemplo, creemos elegir un trabajo, una profesión, creemos elegir a nuestros amigos, nuestra pareja, nuestra casa, creemos elegir irnos de viaje, quedarnos en casa, e incluso las diferentes direcciones que tomamos cuando surge una bifurcación o cruce de caminos.
Otras veces, creemos ser víctimas de las circunstancias, de agentes externos, de los demás, de la vida.
Pero jamás pensamos que fue nuestro inconsciente (y aquí englobo los dos estratos del mismo, el subconsciente, más emocional y el inconsciente profundo, más reptiliano y también conectado con el inconsciente colectivo) esa zona a la que no tenemos demasiado acceso, el que nos trajo esas circunstancias, a esas personas, ese tipo de vida, nos guste o no nos guste.
Por desgracia, es nuestro ego, que sobre todo en la cultura occidental es muy racional, quien intenta hacernos creer que tenemos algún poder de decisión más allá de elegir como sentirnos ante lo que sucede.
Todavía hay paradigmas y corrientes de la psicología, incluso sostenidos por el ámbito universitario que aún creen, a éstas alturas de siglo, que tenemos un gran control de voluntad sobre los acontecimientos de nuestra vida…
Olvidan que, de tenerlo, es siempre con permiso de nuestro inconsciente.
Según los estudios, que siguen sin aclararse en cuanto a porcentajes, la actividad del consciente oscila entre el 5% y el 20% respecto al total de actividad de nuestro cerebro.
El resto, entre un 80% y un 95% de actividad cerebral, es inconsciente.
Nuestra actividad psíquica es como un gran iceberg… y resulta lo que está bajo el agua es mucho más grande e importante que lo que está encima.
La falacia de control de la cultura moderna
Desde nuestra educación de hombres y mujeres sensatos, se nos dice que conducimos nuestra vida, que tomamos éste o ese otro camino, que gobernamos nuestro libro de ruta.
En cursos, terapias, libros, nos hacen creer que es así.
Hay malas noticias si eres de los que piensa de ésta manera: porque no elegimos desde el consciente.
Ya está todo elegido y luego, desde la mente consciente o superficial, improvisamos justificaciones, creencias, razonamientos para darnos cierta seguridad y tranquilidad ante lo que ya se decidió… pero hacemos ésto a hechos consumados, cuando las elecciones y decisiones ya están tomadas.
El inconsciente eligió antes que tu, muchísimo antes de que tu eligieras desde tu consciencia.
Se dice que lo único que podemos elegir realmente desde el consciente es cómo nos sentimos ante lo que nos sucede y, aunque parezca poca cosa, eso ya es muchísimo.
Tener un cierto gobierno sobre nuestro estado de ánimo, con independencia de lo que suceda fuera de nosotros, es algo maravilloso.
Vivimos sometidos al programa invisible que se oculta debajo de todo lo que pensamos y hacemos, una programación codificada por nuestros ancestros, nuestra educación, aprendizajes y nuestra experiencias de vida.
Lo que creímos elegir en su momento, esa decisión impulsiva o meditada que nos costó más o menos tomar, resulta que nuestro inconsciente ya la había tomado por nosotros previamente, haciéndonos resonar energéticamente de una determinada manera para atraer a nuestra vida toda clase de acontecimientos y personas acordes con esa manera de creer y de sentir.
Todo tiene que ver con la resonancia… porque atraemos a nuestra vida aquello con lo que resonamos, incluso los maltratos, incluso las desgracias o sucesos desagradables.
También los éxitos y las alegrías.
Saber las cosas de cabeza, entenderlas con la razón, no sirve para nada.
Es conocimiento racional, conocimiento superficial, son impresiones cerebrales y poco más.
Para realizar cambios poderosos, éstos deben de afectar a los estratos más profundos de nuestra personalidad.
niño conduce coche
Nos educan en la falsa creencia de que conducimos nuestra vida
Si de pronto llega una desgracia a nuestra vida, es porque resonábamos con ella. Si nuestro consciente no reconoce haber hecho esa llamada, es porque es el inconsciente quien la ha realizado y deberíamos averiguar cómo y porqué.
La desgracia -por llamar de algún modo a aquellos acontecimientos que interpretamos como desagradables- siempre es un gran aprendizaje… el inconsciente se empeña en hacernos aprender, a veces por la tremenda y sin ninguna contemplación, cosas que de otra manera no hubiéramos sido capaces de asimilar.
Desde algunos paradigmas de la psicología y escuelas de conocimiento de corte racional, occidental, desde el mundo de la empresa y los negocios, bastante desfasados teniendo en cuenta el agujero planetario en el que nos están metiendo a todos, aún se pretende sostener que el individuo, es independiente, a veces un líder, que se hace a sí mismo, que conduce, que gobierna su vida, que hace y deshace a voluntad, cuando ya se sabe, está demostrado, que el individuo es gobernado por fuerzas que le exceden y con las que más le valdría aliarse y fluir de un modo armonioso porque:
-Si cambio mi vida, es porque mi inconsciente me permite cambiar, si no, no cambio ni a tiros.
-Si decido ir por éste camino, es porque mi inconsciente me lo permite.
-Si hago elecciones en mi vida, si estudio, si voy a clase, si trabajo en ésta o esa empresa, si hago ésto o lo otro, si elijo a tal o cual pareja, es porque mi inconsciente y mi árbol familiar me dan su consentimiento, si no, no lo haría.
-Y si hago terapia o intervengo para contravenir una norma o ley del clan familiar, es porque hay un permiso expreso para hacerlo y quizá para sanar el árbol, si no, no podría.
-Si creo ser el dueño o la dueña de mi destino, es porque el inconsciente me ha dado su consentimiento.
-Hay personas que no tienen ni siquiera el permiso del árbol o de su inconsciente para poder curarse, pues han de expiar una culpa que el transgeneracional familiar lleva cargando desde quién sabe cuántas generaciones, o llevan una carga inconsciente difícil de desactivar.
La gente con resistencia a hacer terapia, suele tener prohibiciones inconscientes para abordarla con éxito.
La creencia tan extendida de que la voluntad del hombre moderno lo gobierna todo, es una falacia de la cultura occidental y el individualismo, impuesta en los colegios, las películas y en muchos cursos de liderazgo… cuando eres individualista o emprendedor, es porque tu inconsciente te lo permite y sirve a una causa mayor del colectivo familiar o grupal.
No hay individualistas o emprendedores sin un inconsciente que se lo permita.
El inconsciente gobierna… y más vale que averigües qué es lo que pretende o te verás conducido toda tu vida hacia quién sabe qué caminos.
Tu te puedes empeñar en pedirle al universo, en gritarle al cielo, en rezarle a Dios, en practicar la ley de Atracción y en hacer lo que te de la gana para conseguir lo que quieres desde tu cabeza y tu consciencia… pero tu inconsciente conduce el coche en el que vas montado… te pongas como te pongas.
El te dió permiso previo para hacer todas esas cosas, para rezar, para pedir, para enfocarte, para atraer… o no te dió permiso para hacerlas.
Si tienes un patrón inconsciente de fracaso reiterado o infelicidad, cada vez que tomes una decisión creerás elegir otra cosa, pero en el fondo, fiel al patrón, seguirás eligiendo lo mismo de siempre, con mejores adornos y excusas, para autoengañarte mejor en cada ocasión en que el patrón reaparezca.
Te repetirás: Este chico si que es bueno, no como los diez anteriores con los que estuve…. éste me va a tratar bien. O ésta mujer me ama de veras… con ella saldrán bien las cosas.
Mentira… la compulsión a repetir el patrón persiste, persiste y persiste, incluso aunque conozcamos racionalmente ése patrón.
Para desactivar un patrón no basta con reconocerlo racionalmente, hay que golpear al inconsciente, convencerle de que todo ha cambiado y eso solo se consigue mediante una catársis.
Por mucho que tu seas racionalmente consciente de algo, ese algo no cambiará si tu inconsciente va por otro lado y cree otra cosa distinta.
-Si tu patrón es de fracaso o autosabotaje, cada vez te autoengañarás mejor para cumplir los mandatos de tu programación. Y cada vez te contarás mejores mentiras para seguir haciendo lo mismo que has hecho toda la vida.
-Si tu patrón es de éxito, lograrás lo que te propongas y luego, posiblemente, sientas un gran vacío interior, pues tu patrón es de vacío tras el logro… y con el tiempo aprendes que el éxito no llena, nunca llena esa sensación de carencia interior que poseen todos los enfocados patológicamente hacia el éxito.
De hecho, la gente que tiene mucho éxito se pasa la vida saltando de un éxito a otro, experimentando el vacío que éste produce una vez logrado.
La felicidad no está ahí.
El patrón inconsciente de un exitópata moderno es, con mucha probabilidad: sentirás vacío hasta que averigües quién eres de verdad y dónde se encuentra la verdadera felicidad.
En resumen, tu crees gobernar la nave… solo lo crees.
Tu inconsciente, gobierna tu vida y atrae a ésta circunstancias que luego tu interpretas como favorables o desfavorables en virtud del dolor o bienestar que te producen.
Es la programación interior, el kernel, aquello con lo que vienes instalado de serie, por ancestros, antepasados, aprendizajes, infancia, experiencias vividas ect… y la compulsión de un programa lo empuja a repetirse y repetirse, a no ser que lo desactives y reemplaces por otro.
Y ésto solo podrás hacerlo si tu inconsciente te permite que lo hagas.
¿Te atreverás a asumirlo?
Porque si tu inconsciente no desea que intervengas o desactives el patrón, solo podrás aprender a vivir con ello, aceptándolo.
A menudo, vuelvo a repetirlo, desde la razón, conocemos nuestro programa inconsciente, nuestro sistema operativo, hemos hecho terapia, autoindagación, nos hemos observado y creemos que ya lo tenemos resuelto.
Pero conocer algo con la cabeza no sirve para desactivarlo.
El cambio solo se produce desde si el inconsciente se ve sacudido y afectado por algo o alguien.
Y debes tener en cuenta que, si al final haces ese cambio, es porque tu inconsciente quería que lo hicieras, de no ser así, ni te lo hubieras planteado.
Ten en cuenta otra cosa más: Cuanto más crees tener el control de lo que sucede, más te engañas.
Tu en realidad no controlas nada ni has controlado nada… nunca.
Cuando piensas que eliges, tu inconsciente ya eligió antes por ti.
La única solución, en todo caso, para poder tener algún margen de maniobra en la vida, es poner conciencia y hacer consciente tu inconsciente… alinear ambos para enfocar tu energía de una forma coherente que atraiga a tu vida cosas que deseas y conoces.
imán
¿Porqué atraigo las cosas que atraigo y no llegan a mi vida las cosas y situaciones que deseo que lleguen?
Cuando quieres algo y ésto no se manifiesta en la realidad, es porque tu inconsciente va en una dirección distinta a tu consciente.
Si deseo pareja pero no viene, algo dentro de mi resuena en contra de tenerla.
Y si viene y, pasados los meses me doy cuenta de que no es tan maravillosa como yo creía, es porque mi inconsciente la pidió así, para que me de cuenta de lo que estoy haciendo y aprenda lo que tengo que aprender.
Si deseo abundancia o dinero pero no se manifiesta, algo dentro de mi cree que no lo merezco, o teme la abundancia y teme poseer mucho dinero. Hay resistencia.
Si quiero un trabajo mejor, pero no se bien cual o tengo dentro de mi una programación masoquista de aguantar, o temerosa de vivir con miedo, seguiré en ese mismo trabajo insatisfactorio muchos años más… o toda mi vida.
¿Con qué resuena tu inconsciente?
Lo que nos sucede en la vida es una fuente inmensa de información sobre el modo en que nuestro inconsciente opera.
El secreto es buscar la coherencia, resonar alineado entre ambas áreas de nuestra psique, la conciencia y el inconsciente.
Y si piensas que es fácil hacer éste proceso, te confundes. No siempre es fácil saber lo que tenemos escondido debajo de la alfombra.
Desvelar el inconsciente es tarea de toda una vida y exige un trabajo constante, continuado y paciente. Un trabajo también amoroso, pues mientras lo realizas has de seguir viviendo, tratándote con cariño y teniendo mucha compasión y amor por tí mismo y por los otros.
¿A qué esperas para empezar? ¿A que esperas para seguir tu camino si ya lo comenzaste?
No tiene porqué ser doloroso, de hecho, crecer y conocerse suele ser bastante liberador.
Despierta y entonces serás libre de verdad.
Un saludo desde VerDeVerdad.

Un artículo de Eugenio Sánchez Arrate.

EL PODER DE TU MENTE SUBCONSCIENTE ha contribuido a alcanzar objetivos importantes en sus vidas por el simple hecho de ayudarles a cambiar la manera de pensar

EL PODER DE TU MENTE SUBCONSCIENTE ha contribuido a alcanzar objetivos importantes en sus vidas por el simple hecho de ayudarles a cambiar la manera de pensar. Es por ello uno de los libros de autoayuda más prestigiosos y vendidos de todos los tiempos. La presente es una edición autorizada, revisada y aumentada con nuevos pasajes entresacados de escritos inéditos del Dr. Murphy, y presenta y explica diversas técnicas de proyección mental que nos permiten salvar aquellos obstáculos subconscientes que impiden la consecución del éxito que tanto deseamos y merecemos. Práctica, y a la vez edificante, la obra del Dr. Murphy se vale de ejemplos tomados de la vida real para enseñarnos la forma de liberar extraordinarios poderes mentales que, además de aumentar la confianza en nosotros mismos, crean relaciones armoniosas, nos facilitan el éxito profesional, acrecientan nuestras riquezas, suprimen miedos y fobias, hacen desaparecer los malos hábitos, realizan curaciones y propician nuestra felicidad y bienestar general. He visto ocurrirles milagros a hombres y mujeres de toda condición y en todo el mundo. A ti también te ocurrirán milagros cuando empieces a usar el poder mágico de tu subconsciente. Este libro está diseñado para enseñarte que tu forma de pensar habitual y tu imaginería pueden moldearse, cambiarse y crear tu destino. Porque eres según como pienses en tu subconsciente. DR. JOSEPH MURPHY Con objeto de explicar la influencia que en el ser humano ejerce el subconsciente, el doctor Murphy aporta una sabiduría espiritual de larga tradición y de análisis que posee una indiscutible base científica y que nos permitirá alcanzar con éxito anhelados logros y buenos propósitos, como los siguientes: - Adquirir confianza en uno mismo. - Mejorar la salud. - Entablar nuevas amistades y reforzar las relaciones actuales con compañeros de trabajo, familia y amigos. - Conseguir ese ascenso, subida de sueldo o reconocimiento que tanto deseábamos. - Consolidad nuestro matrimonio y relaciones amorosas. - Adoptar hábitos buenos y desechar los malos. Usa este libro con talante abierto. Mediante la aplicación de estos principios, innumerables personas han sabido sacarles el máximo provecho a sus respectivas vidas. Lee. Aprende. Aplica. Puedes cambiar tu vida por otra mejor. DR. ARTHUR R. PELL

sábado, 10 de septiembre de 2016

Sigmund Freud tenía 25 años y poquísimo dinero cuando conoció a Martha Bernays

La mujer que enseñó a Freud las intimidades de la vida 

Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, fue un teórico del sexo hasta que se casó a los 29 años. Con su mujer, Martha Bernays, descubrió la que fue una de sus grandes obsesiones e inspiración de sus investigaciones. Ignorada por todos los estudiosos de su marido, una biografía que verá la luz en Alemania rescata la figura de esta mujer que consideraba a su marido “un pornógrafo”. A pesar de no compartir el interés por su trabajo, ella alentó sus estudios y supo permanecer en la sombra, proporcionándole la estabilidad que el maestro precisaba.
 
En familia. El matrimonio Freud con los hermanos del genio en su residencia de Grinzing, en 1937.
Freud y Martha. La pareja se casó en septiembre de 1886, en una sencilla ceremonía por el rito judío.
por John Follain

Sigmund Freud tenía 25 años y poquísimo dinero cuando conoció a Martha Bernays, durante la época en la que él trabajaba como investigador en la universidad. Martha, cinco años más joven que él, acudió como invitada de una de sus hermanas a casa de la familia. Sigmund se quedó boquiabierto cuando la vio ayudando a preparar la cena, según escribió años después: “Aquella chica, sentada a la larga mesa, hablaba con un encanto sorprendente mientras pelaba manzanas con sus pequeños dedos; desde ese día creo en los milagros”.

Martha se volvió tan valiosa para Sigmund como su propia vida. Aún así, poca ha sido la atención que han prestado los estudiosos de Freud a la mujer que compartió la vida con él durante más de medio siglo. Algo más de 50 años después de su muerte, ha resucitado para reclamar su papel en una biografía redactada por Katja Behling-Fischer, una escritora de su misma ciudad natal, Hamburgo, que ha analizado los archivos familiares y algunas de las cartas que la pareja se escribió.

La biografía describe a Martha como una mujer enérgica que, al igual que su marido, se adelantó a su tiempo. Inspiró a su marido tanto en el ámbito privado como en el profesional, y su relación revela a un Freud muy alejado del estereotipo del ecuánime pionero del psicoanálisis. El libro ha sido acogido con agrado por parte de Anton Freud, uno de los nietos de Martha, que afirma que ella fue mucho más que “la esposa, o quien se ocupaba de la casa y los niños”.

Nacida en 1861, era la segunda hija de una familia judía ortodoxa de renombre. Su abuelo era el rabino más importante de Hamburgo, y su madre, Emmeline, una ferviente religiosa. Este insigne trasfondo no representaba un signo de riqueza: cuando Martha cumplió 8 años, su padre, que vendía espacios publicitarios en los periódicos locales y comerciaba con bonos, fue encarcelado por impago a sus acreedores. Le dejaron libre diez meses después, ya que su familia no podía sobrevivir sin su ayuda. Su antiguo jefe aceptó volver a contratarle, pero con la condición de que se mudara a Viena para trabajar en una filial del negocio.

La fortuna de la familia mejoró al instalarse en la capital austriaca, pero cuando Martha tenía 18 años su padre falleció. Desde ese momento, la gran prioridad para su madre fue encontrarle un marido que encajase con su formación religiosa y que le facilitara una posición cómoda en la sociedad. Martha tenía casi 21 años cuando fue invitada a casa de los Freud en abril de 1882.

Sigmund, graduado en Medicina, solía cenar a solas en su habitación para poder continuar con sus estudios de neurología. Pero esa noche, cuando apareció aquella chica de ojos fascinantes, el largo cabello recogido en una coleta, de rostro pálido y boca sensual, le causó tal impresión que el joven decidió quedarse en el comedor. Para Martha también fue un amor a primera vista. Según una amiga suya, una de las razones por las que le encontró tan atractivo fue que le recordaba a su padre.

Martha tenía muchos pretendientes, ya que era educada, de buena familia y atractiva, una chica delgadita que lucía los vestidos ligeramente ceñidos de la época. Estuvo a punto de prometerse con un hombre mayor que ella, un vendedor, pero su hermano puso fin a la relación al darse cuenta de que ella no le amaba. Freud no era ningún donjuán. Tan sólo una chica, Gisela, le había atraído de adolescente, y, como admitía medio en broma, no le habría venido mal alguna que otra experiencia con mujeres en su juventud. Su cortejo a Martha resultó rápido. Se vieron muchas veces durante las siguientes semanas para pasear por el parque de atracciones Prater a las afueras de la ciudad. Al principio nunca iban solos: Minna, la hermana pequeña de Martha iba de acompañante obligada. Freud enviaba a su enamorada grandes ramos de rosas acompañados de poemas. En las notas la comparaba con una princesa, y a su boca con rosas y perlas. Aún así se sentía inseguro y tímido.

El 13 de junio la volvieron a invitar a casa de los Freud. Esa misma semana recibió su primera carta de Sigmund, en la que se dirigía a ella en tono muy educado, que más adelante pasó a otro más íntimo. “Hermosa Martha, ¿cómo has podido cambiar tanto mi vida?”, comenzó escribiendo. Cuando Martha se decidió a responder se mostró muy directa: “Sigi, querido Sigi. Hoy por primera vez te llamo por tu nombre. Querido mío, me haces tan feliz como nunca he sido en toda mi vida”.

Martha le entregó un anillo que había pertenecido a su padre, y él, demasiado pobre para comprarle nada tan valioso, hizo una copia de éste para ella. A finales de junio se prometieron. Para Freud representó un gran triunfo: ella le había elegido a pesar de su pobreza y su ateísmo.

Al principio mantuvieron su compromiso en secreto. Emmeline tenía grandes expectativas para sus hijas y no podía aceptar al hijo de un comerciante de lana judío y pobre, sin un trabajo en condiciones ni contactos en la alta sociedad y además ateo.

A Martha todo aquello no le importaba y continuó viendo a Freud. Cuando Emmeline vio que su hija estaba decidida a seguir adelante, tomó la decisión de abandonar Viena y llevársela a Wandsbek, un pueblo en las afueras de Hamburgo. “Uno podría pensar que Martha fue débil por partir a Hamburgo. Pero no tuvo elección. Por aquel entonces no era habitual que una chica viviese sola con un hombre”, explica su biógrafa.

Martha derrochaba pasión en las cartas, que escribía dos o tres veces al día y a las que Freud respondía con la misma frecuencia. Ella le llamaba “mi amado hombre”, que en alemán también significa “marido”, y él le decía: “Eres la esencia de la alegría en mi vida, sin ti no deseo vivir, y me encantaría conquistar una parte del mundo para que la disfrutáramos juntos”. Le describía al detalle cómo decorarían su hogar. Pero después la realidad le daba una brusca bofetada: “Querida Martha, qué pobres somos. Cuando alguien nos pregunte qué bienes poseemos para vivir juntos, lo único que podremos decir es: nada más que este desmesurado amor mutuo”.

Las cartas de Freud no siempre eran tan románticas. Sus celos obsesivos solían brotar de pronto. Advertía a Martha de que no se hiciera amiga de ningún artista, ya que con tan sólo una canción podían abrir los pestillos del corazón de una mujer. Él contaba únicamente con la ciencia, y los microscopios no conquistan a las mujeres. Las cartas muestran que Martha estaba profundamente implicada en el desarrollo emocional y profesional de su futuro esposo.

No es que él la utilizara como conejillo de indias, aunque sí lo fue en sus experimentos con la cocaína. Él le envió algunas dosis y ciertas instrucciones tras descubrir que a él le hacía sentirse eufórico. Ella le respondió que no la necesitaba, pero que la había probado y que no le había disgustado. Ninguno de ellos se volvió adicto a la sustancia, aunque, hacia 1890, Freud consumía un poco de cocaína antes de las reuniones importantes.

Freud descubrió que la droga podría ser un buen anestésico. Escribió un trabajo sobre la cocaína pero, deseoso de dedicar más tiempo a su enamorada, no realizó pruebas sobre sus propiedades anestésicas. Un colega suyo lo hizo y descubrió que era la única droga que se podía utilizar para las operaciones oculares. El médico ganó una fortuna. Años más tarde Freud pensaba que el tiempo que había disfrutado con Martha valía mucho más que aquel éxito que se le escapó. Y es que, de no haber sido por ella, se supone que Freud habría continuado con sus estudios médicos y no habría profundizado en el psicoanálisis.

Durante los años que estuvieron separados, Freud iba a verla frecuentemente. Las visitas aliviaban un poco la tensión emocional, y él le sugirió que abandonase a su familia y se reuniese con él en Viena. Martha estuvo a punto de acceder, pero finalmente fue Freud quien realizó el sacrificio. Decidió abandonar su carrera universitaria para abrir un gabinete neurológico y casarse con Martha. Inauguró su consulta privada un lunes de Pascua de i886, y en septiembre se casaron. Fue una ceremonia sencilla. Freud aceptó una boda judía pero, a lo largo de su matrimonio, la religión fue un tema prohibido.

Martha tuvo seis hijos en los ocho años posteriores al matrimonio. Dada la ambición de Freud por triunfar profesionalmente, la tarea de educarlos recayó sobre ella. Nunca se quejó. Un biógrafo anterior contó que el único conflicto en sus más de 50 años de matrimonio ocurrió por unas setas, por si tenían que cocinarlas con el tronco o sin él. Una cuestión muy prometedora a la hora de psicoanalizar al maestro, ¿habría algún paralelismo con la castración?

Una de las disputas más habituales en el matrimonio era la irritación que Freud sentía por la tendencia de Martha a suprimir su agresividad natural. Se quejaba de que su esposa ocultaba sus sentimientos negativos, e intentaba persuadirla de que manifestara sus emociones. Pero Martha creía que no era de buena educación hacerlo. Según Behling-Fischer, en el fondo Freud no quería conocer esos sentimientos: “Una de las razones de tener a Martha cerca del trabajo era que, como trataba tanto con la ira y la rabia del mundo a través de sus pacientes, necesitaba mantener la ilusión de que no la hubiese en su propia casa. Martha tenía que ser mejor que el resto”.

Freud nunca analizó la relación sexual con su esposa. Era tan abierto sobre los asuntos íntimos de sus pacientes como reservado en cuanto a los suyos. La única excepción es un sueño al que hace referencia y que afirma que podría haber estado provocado por el buen sexo “de la mañana del miércoles anterior”. Otro es “el sueño de la inyección de Irma”. En él tenía que examinar a una paciente en presencia de otros médicos. Uno de ellos era responsable de su enfermedad, tal vez debido a una inyección sucia. Freud tenía este sueño cada vez que Martha se quedaba embarazada, y se cree que está vinculado con alguna dolencia que ésta padecía.



SU AMANTE. Estos sueños la desbordaban. Una vez le confesó a un psicoanalista francés que encontraba extraño a su marido. Le describía como un ser “pornográfico”. Los acuerdos de la pareja con respecto al trabajo de Freud se basaban en que ella no interferiría en los estudios que considerara inmorales, lo que a Freud le dejaba libre para investigar lo que deseara. A pesar de lo reprobable de la labor de su esposo, disfrutaba de la gloria que éste conseguía. Había pasado de ser “la esposa del doctor” a convertirse en “la esposa del catedrático” y era habitual ver en su casa a invitados ilustres como el escritor Thomas Mann, autor de Muerte en Venecia.

El nacimiento de su última hija, Anna, en 1895, coincidió con un hecho que, según parece, provocó una crisis en su matrimonio. Minna, la hermana de Martha, se mudó a casa de los Freud, y su cercanía a Sigmund hizo que se extendiera el rumor de que tenían una aventura. La realidad es que no les faltaron oportunidades. Durante algunos años viajó más con Minna que con Martha, ya que ésta detestaba los viajes.

Minna era más andrógina y menos atractiva que Martha, pero resultaba mucho más intelectual. Le interesaba el trabajo de Freud, lo cual aliviaba a Martha porque así él tenía a alguien más con quien mantener discusiones que ella consideraba inmorales. Behling-Fischer cree que es posible que Minna y Freud tuviesen una relación profunda, pero ésta debió ser platónica, sobre todo porque su reputación profesional se habría venido abajo si el asunto hubiese salido a la luz.

En abril de i923, Martha se enteró de que su esposo se encontraba en el hospital. Freud había descubierto en su boca un bulto y había ingresado para que le operasen sin decir nada a su familia. Fue el principio de un cáncer de paladar y, desde entonces, Martha y Anna, la hija pequeña, no se separaron de él.

Freud siguió con su trabajo, pero tuvo que restringir sus viajes. Cuando Hitler llegó al poder en 1933, Martha empezó a temer por el destino de dos de sus hijos, que vivían en Berlín. Pensaba que en Viena se encontrarían a salvo. La situación cambió cuando Hitler se apoderó de Austria en 1938 y un grupo de nazis entró en casa de los Freud. Martha mostró una calma increíble, les pidió amablemente que dejasen las armas en el paragüero de la entrada y, cuando le exigieron dinero, les dijo que lo cogieran ellos mismos en el mismo tono que hubiera utilizado para ofrecer café a un invitado.

Junto con Minna, los Freud buscaron refugio en Londres. Martha, ya con 77 años, supo adaptarse bien al nuevo entorno. Visitaba los parques, iba de tiendas, y escribía a su sobrina diciéndole que se sentía como un granjero que visita la ciudad por primera vez. Al igual que en Viena, disfrutó de la fama de su marido. Los taxistas pasaban curiosos ante su casa de Hampstead, y en el año de su llegada recibieron la visita de Salvador Dalí y Virginia Woolf, que describió a Freud como un viejecito ajado de ojos brillantes. La visita que más ilusionó a Martha fue la de la Princesa Eugenia Bonaparte, que pasó más tiempo en su casa que en el Palacio de Buckingham donde vivía.

Esta alegría duró poco, Freud volvió a recaer, y esta vez su cáncer no podía ser operado. Esto hizo mella en Martha. En septiembre de 1939, cuando uno de sus perros se alejó de Freud debido al mal aliento que desprendía, él decidió poner fin a su vida. Pidió ayuda a un médico y le rogó que no se lo comunicase a Martha, sólo a su hija Anna. Todos los miembros de la familia se reunieron alrededor de Freud después de que le inyectaran una elevada dosis de morfina.

Murió la mañana del 23 de septiembre de 1939. Martha encendió velas al viernes siguiente, su primer gesto religioso en décadas. En las cartas que envió a sus amigos, Martha explicaba que lo importante era que Freud había estado, hasta el último de sus días, en plenas facultades mentales. Se sentía agradecida por la vida disfrutada a su lado y por todo lo que había podido hacer por él. Probablemente se refería a la educación de sus hijos, a la gestión de la casa, a todo lo que asegurase que se sintiera libre para llevar a cabo sus tareas profesionales. Todo ello a pesar de que Martha no confiara en la investigación de Freud sobre el sexo.

Luchó y pasó apuros durante la Segunda Guerra Mundial, sin atreverse a desnudarse por la noche por si se producían bombardeos en Londres. Tras la guerra, Martha y su hija Anna gestionaron el legado de Freud y ayudaron a sus biógrafos a diseñar su árbol genealógico. Poco antes de que ella muriese, gritó “¡Sophie! ¡Sophie!”, tal vez llamando a la enfermera, o quizás a su hija preferida, que murió de una gripe a los 27 años, cuando estaba embarazada.

Martha falleció el 2 de noviembre de 1951, a los 90 años. Al igual que Freud, fue incinerada, y sus cenizas depositadas en la misma urna en el crematorio de Golders Green. Anna llamó a un rabino para que oficiase el funeral. Pensó que sería lo que su madre habría querido para aquel momento.

“Martha Freud: Die Frau des Genies”, de Katja Behling-Fischer, se publicará en alemán por Aufbau Taschenbuch Verlag.www.amazon.dewww.aufbau-verlag.de 

viernes, 9 de septiembre de 2016

Sintoniza tu Mente con Positividad

Todos hemos vivido la experiencia de un funcionario o teleoperador que hace caso omiso a lo que le solicitas dando una negativa injustificada por respuesta. Conocemos gente cercana que es incapaz de estar de acuerdo con nosotros en algo. Tratamos con personas que no aceptan un consejo, una recomendación y no desean cambiar. “No y no”. Los niños aprenden a decir “NO” antes que “SI”. ¿Dónde radica el poder del “no”? ¿El hecho de expresar una negativa a todas horas es síntoma de un trastorno?
Para la Dra. Chérie Carter-Scott, experta en el tema,  “los negaholics son aquellas personas que presentan una adicción a lo negativo. Siempre encuentran un “pero” a todo lo que les rodea. Constantemente y ante cualquier situación manifiestan una negativa visceral, automatizada e irracional, siendo incapaces de ver o percibir lo positivo o incluso lo meramente neutro. Su visión de la realidad está desequilibrada hacia la negación. La queja y el lamento son ingredientes constantes de su discurso.
La acumulación de negativas crea un patrón de conducta que a la larga perjudica gravemente al afectado. Los negadictos son incapaces de salir adelante y conseguir los objetivos trazados. Llegan a boicotear sus propios sueños o deseos por el miedo infundado o el pesimismo existente en sus mentes. Viven en constante angustia y sufrimiento. Todo se origina en uno o múltiples pensamientos negativos que derivan en palabras y conductas destructivas.
Con respecto a su relación con los demás, son incapaces de valorar el triunfo de otros, e intentan “hundirles” con comentarios, expresiones y comportamientos. El trato con estas personas no es fácil ni sencillo y el entorno tiende a querer separarse de ellos.  Acaban convirtiéndose en un obstáculo para los demás, toxificando los ambientes que frecuentan.
Existe toda una gama de personas con el “no” en su día a día. Como decía Henry Ward Beecher: “la diferencia entre perseverancia y obstinación es que una viene de una fuerte voluntad y el otro de un fuerte no”. Por un lado contamos con el “crítico profesional” que te disfraza la realidad de ironía y humor negro ridiculizando lo que le rodea. Por otro lado, la personalidad depresiva donde el patrón de conducta es triste, negativo y a uno le cuesta salir adelante, tener ilusiones o disfrutar de la vida. La depresión, es una enfermedad, un trastorno bioquímico cerebral, emocional y social; precisa de un tratamiento integral debido a que la persona que la padece difícilmente puede salir sin apoyo. Finalmente contamos con el victimista; aquí el que se disfraza de víctima, manipula para ser el centro de atención e intentar generar culpa en el entorno.
¿Se puede cambiar?
No olvidemos que hay personas que tienen un umbral de sufrimiento mayor que otras. Al llegar a un cierto límite, se agrían, se tuercen, se rompen o se deprimen. La clave estar en salir, pedir ayuda lo antes posible y reconocer que ese proceso interno tóxico está perjudicando seriamente la vida. El trauma, el dolor y el sufrimiento pueden ser la vía de entrada para convertir a alguien en un “negaholic”. Como dato curioso, según estudios realizados por la Universidad de Harvard, el 75% de las personas que han sufrido un drama, a los dos años se han recuperado. Al menos, la ciencia nos impulsa a ser optimistas a pesar del drama.
¿Cómo controlar esos pensamientos negativos?
Hay que comenzar por acabar con los pensamientos negativos automatizados. El psiquiatra Dr. Daniel Amen explica en su libro “Cambia tu cerebro, cambia tu vida“, como cada pensamiento negativo tiene un impacto directo sobre el cerebro y el organismo afectando al sistema límbico profundo (centro de la vinculación afectiva y del estado anímico) provocando irritabilidad, inestabilidad en el ánimo, negatividad y depresión.
1- Ser consciente que los pensamientos son reales y existen. Por mucho que no se escuchen o palpen, tienen fuerza y capacidad de alterar.
2- Observar el impacto corporal que tiene cada pensamiento negativo. Es interesante tomar conciencia de cómo influyen en el organismo un pensamiento tóxico o dañino (taquicardias, sudoración, dolor de cabeza, molestias gastrointestinales, contracturas musculares…).
3- Saber y aceptar que esos pensamientos no siempre dicen la verdad. En ocasiones pueden ser correctos pero en muchos otros casos, mienten y nos engañan.
4- Escribir el torbellino de pensamientos en un papel y refutarlos. Por ejemplo, “mi cuñada me odia“. Posteriormente replicar este pensamiento, “hoy tiene un mal día, en general no es tan dura conmigo“. Puede resultar un autoengaño, pero a la larga realizar este simple ejercicio tiene consecuencias saludables para la mente y para el cuerpo.
5- No adivinar el futuro en negativo, no adelantarse a los acontecimientos, “esta semana seguro que mi jefe tiene un mal día y la toma conmigo“. Esta es la puerta de entrada a la ansiedad: vivir angustiado o preocupado por el futuro. No olvidemos que el 90% de las cosas que nos inquietan nunca jamás suceden pero nuestro organismo y nuestra mente los viven y sufren como reales. El cuerpo no distingue realidad de ficción.  Un componente fundamental de la felicidad consiste en enfocarse con ilusión y pasión hacia el futuro.
6- No suponer o leer la mente de los demás, “estoy seguro que piensa esto de mí…”. Por el momento no contamos con poderes mágicos que nos permitan adivinar las opiniones o pensamientos de otros.
7- No traducir cada pensamiento en palabra. No olvidemos que uno es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras. Dejar una pausa antes de expresar cada opinión, crítica o juicio que cruce la mente.
8- No actuar ni responder si tenemos pensamientos automáticos negativos. Esperar, dar una oportunidad. Esos tiempos de reflexión, breves pero necesarios, ayudan a no crear mal ambiente. Esto conlleva un cambio potente: ser capaces de cambiar el lenguaje, sustituyendo por ejemplo “problema” por “desafío”; “error” por “segunda oportunidad”. Hay que emplear palabras que llamen al optimismo como son “alegría, paz, esperanza, confianza, pasión, ilusión…”.
9- Rodearse de personas vitamina, que son capaces de alegrar el corazón en segundos. Contagiarse de su entusiasmo.
10- Buscar lo positivo de cada situación. Cualquier circunstancia puede verse en clave de problema o en clave de solución
El sufrimiento y el dolor existen para todos. La diferencia radica en la forma de afrontarlo. La actitud previa al sufrimiento, a un momento difícil, a una operación médica, a una entrevista, examen u oposición, determina la respuesta al mismo. Existen múltiples estudios sobre como el dolor y el sufrimiento vividos con alegría, con una sonrisa o una psicología positiva, menguan y amortiguan el dolor.
El tiempo puede no curar todas las heridas pero si las cicatriza. El negaholic reabre la herida, la escarba y no permite que se cure. El optimisma y resilientepermite que se cierren y lucha por buscar un camino nuevo hacia un lugar mejor.

jueves, 8 de septiembre de 2016

Daniel H. Pink nos demuestra que lo que realmente funciona es la motivación intrínseca.

La mayoría de nosotros tenemos un planteamiento exclusivamente transaccional de las relaciones en la empresa: tú haces como que me pagas, yo hago como que trabajo. Si te pago más, trabajas más. Si te ofrezco incentivos, te esfuerzas adicionalmente.
A través de investigaciones, experimentos y casos reales relacionados con la motivación, Daniel H. Pink nos demuestra que lo que realmente funciona es la motivación intrínseca. El palo y la zanahoria son unos pésimos sucedáneos de motivación, que sirven únicamente para tareas muy rudimentarias.
Para ilustrar esto, el autor nos recuerda los experimentos de Harry Harlow —en los que quedó demostrado el hecho de que el aprendizaje significativo y el desempeño eficiente se logran sin incentivos especiales o externos— y de Edward Deci, en los que se observó que el uso del dinero como incentivo externo hace que los sujetos pierdan interés intrínseco por la actividad.
Esto no significa que el dinero no sea motivador, sino que motiva de otra manera. Si un profesional no cobra lo que necesita, no va a contribuir como podrá; hay que pagarle lo suficiente como para que no piense en el dinero.
Según Pink, los pilares de la motivación intrínseca son tres: la autonomía (el deseo de dirigirse a uno mismo, de hacer una contribución decisiva), la maestría (llegar a dominar la disciplina por la que tenemos vocación) y el propósito (la misión, la visión y los valores de una empresa). Las organizaciones que saldrán de la presente crisis son aquellas que maximizan su propósito, no su beneficio.

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Los rompecabezas de Harlow y Deci

Harry F. Harlow era un profesor de psicología de la Universidad de Wisconsin que, en la década de los cuarenta del siglo pasado, organizó uno de los primeros laboratorios del mundo dedicados al estudio del comportamiento de los primates. Un día de 1949, Harlow y sus colegas reunieron a ocho monos Rhesus para someterlos a un experimento sobre el aprendizaje. Los investigadores diseñaron un sencillo rompecabezas mecánico cuya solución requería tirar de una aguja vertical, abrir el gancho y levantar la tapa.
Sin estar empujados por ninguna necesidad externa ni animados por ninguno de los investigadores, los monos se pusieron a jugar con los artilugios con concentración, determinación e incluso deleite. Al poco tiempo, empezaron a descubrir cómo funcionaba el mecanismo. Resultaba raro, porque nadie había enseñado a los monos a quitar la aguja, deslizar el gancho y levantar la tapa. Nadie les había recompensado con comida, afecto o aplauso. Todo ello se contradecía con las nociones aceptadas sobre el comportamiento de los primates, los seres humanos incluidos.
Existen dos impulsos principales que provocan la conducta: el impulso biológico y las gratificaciones y castigos proporcionados por el entorno. Sin embargo, en este caso, la solución del rompecabezas no llevaba ni a la comida ni a la bebida ni a la gratificación sexual. Tampoco el comportamiento de los monos respondía a algún incentivo extrínseco o especial. Todo apuntaba a un tercer impulso: la gratificación intrínseca que se obtenía del desempeño de la tarea. Los monos habían resuelto el enigma, sencillamente, porque disfrutaban haciéndolo. El goce de la tarea era su propia recompensa.
Harlow creía que, aunque fuera real, este impulso seguramente estaba subordinado a otros dos. Pensó que si los monos hubieran sido gratificados con, por ejemplo, pasas, sin duda lo habrían hecho aún mejor. Sin embargo, cuando intentó llevar este otro experimento a la práctica, los monos cometieron más errores y resolvieron los enigmas con menos frecuencia. La comida solo perturbó su rendimiento.
Era un hecho realmente atípico que sugería que nuestra comprensión de la motivación era inadecuada. Harlow concluyó que este impulso podía ser tan básico y fuerte como los otros dos, e igual de eficaz para facilitar el aprendizaje. Advirtió que nuestra explicación de por qué hacemos lo que hacemos era incompleta. Para comprender realmente la condición humana, debíamos tener en cuenta ese tercer impulso.
Sin embargo, hasta dos décadas después ningún otro científico recogió el guante de Harlow; fue Edward Deci, estudiante de posgrado de la Carnegie Mellon University, interesado en la teoría de la motivación.
Para el estudio, Deci eligió el rompecabezas de cubos Soma y dividió a los participantes en dos grupos. En la primera sesión, miembros de ambos grupos tenían que montar las piezas Soma para copiar las configuraciones que tenían delante. En la segunda hacían lo mismo con otros dibujos, pero al primer grupo se le pagaba por cada configuración copiada correctamente mientras que al segundo no. Finalmente, en la tercera sesión, ambos grupos recibieron nuevos dibujos sin obtener compensación, igual que la primera vez.
El primer día, no hubo mucha diferencia entre lo que hicieron los participantes de ambos grupos. Tanto el primero como el segundo grupo encontraban el rompecabezas interesante. El segundo día, el grupo no remunerado se comportó básicamente de la misma manera que lo había hecho el día anterior; pero el grupo remunerado, de pronto, se interesó muchísimo por el rompecabezas Soma. Sin embargo, lo que ocurrió el tercer día puso en cuestión de forma sutil una premisa de la vida moderna: que las recompensas —especialmente el dinero— intensificaban el interés y potenciaban el rendimiento. El grupo al que en ningún momento se le pagó pasaba más tiempo jugando con el puzle, mientras que el otro grupo —al que se le dejó de pagar por las configuraciones que hacían— trabajó menos no solo en comparación con el segundo día, sino también con el primero, igualmente no pagado.
Lo que Deci descubrió, y luego confirmó con dos estudios adicionales, fue que cuando se emplea el dinero como recompensa externa de alguna actividad, el sujeto pierde interés por ella. Las recompensas pueden estimular a corto plazo, pero su efecto es pasajero y, a largo plazo, incluso pueden reducir la motivación de la persona para seguir en el proyecto. Los seres humanos tienen una tendencia inherente a buscar novedades y retos, a ampliar y ejercitar sus capacidades, a explorar y a aprender.

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Esplendor y muerte de la Motivación 2.0

A medida que los humanos fuimos formando sociedades más complejas, nuestro “sistema operativo” basado puramente en el impulso biológico o bien empezó a quedar obsoleto o bien necesitaba ser limitado. Por ello, en una hazaña de notable ingeniería cultural, poco a poco lo íbamos reemplazando por una versión más compatible con la forma en que habíamos empezado a trabajar y a vivir.
Así nació la Motivación 2.0, articulada en torno a nuestro impulso de buscar la gratificación y evitar el castigo. Para garantizar que la maquinaria de nuestras sociedades funcionara había que recompensar el comportamiento que se buscaba y castigar la conducta que se quería evitar. Se necesitaba alternar el palo con la zanahoria.
El sistema operativo Motivación 2.0 ha perdurado tanto tiempo y está tan profundamente arraigado en nuestras vidas que apenas nos damos cuenta de que existe. Configuramos nuestras organizaciones y organizamos nuestras vidas alrededor del supuesto de que la forma de mejorar el rendimiento y aumentar la productividad es premiar a los buenos y castigar a los malos.
Sin embargo, en los primeros diez años de este siglo, hemos descubierto que este viejo y sólido sistema operativo no funciona bien en absoluto. Fracasa a menudo y de manera impredecible. Obliga a las personas a inventar maniobras para evitar sus defectos. Y lo más importante: está demostrando su incompatibilidad con muchos aspectos del mundo empresarial actual. Y si examinamos de cerca estos problemas de incompatibilidad, nos daremos cuenta de que los parches que intentamos poner no los resolverán. Lo que necesitamos es un paso adelante radical.
Tres problemas de incompatibilidad. La Motivación 2.0 sigue siendo útil para algunas cosas. En las tareas poco interesantes y que no exigen un pensamiento creativo, las gratificaciones pueden aportar cierto empuje motivacional sin los efectos secundarios negativos. Tenemos que rellenar formularios o responder correos electrónicos aburridos, o hacer cualquier otro tipo de trabajo pesado que no nos llega al alma. En estas situaciones, lo mejor es tratar de convertir el trabajo en un juego, es decir, incrementar su variedad, hacerlo más ocioso o utilizarlo como vía para mejorar nuestra pericia. No obstante, nuestro sistema operativo se ha vuelto incompatible con cómo organizamos lo que hacemos, cómo pensamos sobre lo que hacemos y cómo hacemos lo que hacemos.
La producción de código abierto (Wikipedia, Firefox), los negocios “no solo lucrativos” (sociedades limitadas de bajo lucro que generan beneficios modestos y cuyo objetivo principal es ofrecer beneficios sociales significativos) o los “negocios sociales” (el banco Gramin) todavía no son la norma, pero su resurgimiento nos dice algo importante sobre el lugar hacia el cual nos dirigimos.
Abandonamos un trabajo lucrativo para asumir otros peor pagados que nos dan un mayor sentido y satisfacción, estudiamos clarinete durante el fin de semana a pesar de que con ello no ganamos dinero o jugamos a resolver rompecabezas sin ninguna recompensa material. Para entender del todo el comportamiento económico humano, hemos de reconciliarnos con la idea de que la motivación intrínseca tiene gran importancia para todas las actividades económicas.
A la Motivación 2.0 cuesta reconciliarla en muchas cosas que hacemos en la actualidad en nuestros trabajos, porque, cada vez para más individuos, el trabajo es algo creativo, interesante y autogestionado, en vez de una rutina inacabable, aburrida y dirigida por otros.
 - > Más información en: http://scl.io/tz0Oxj5x#gs.HL53Yi8